sábado, 24 de enero de 2015
En el poema con el que reaparezco, tras un tiempo de lucha por la vida, está
tomado de mi libro Alacena, que escrito a raíz de ver una exposición
fotográfica sobre el exilio que se provocó al término de la Guerra Civil , de la que hará en abril 75
años, tal desazón me produjeron las imágenes, vistas la mayoría con
anterioridad, que me impulsó a escribirlo, a hacerlo testigo de la Historia reciente de esta
España nuestra, a poner mi clamor en esa sin razón.
La generación del 27 formó parte de esa edad
de plata de la literatura española, iniciada ya con la generación del 98 y se
vieron ambas obligadas
a formar parte de ese medio millón de españoles que protagonizaron uno de los
éxodos mayores de nuestra historia.
España, sufrió además de los muertos en batalla
o a causa de las bombas, la emigración de niños, para procurarles la infancia
perdida, a Francia y a Rusia, en plena contienda.
Perdió también a muchos de sus hijos en los
fusilamientos asesinos del franquismo y, la represión que con él se instauró,
encerró a otros muchos en sus cárceles.
Así en España hubo dos exilios, el interior y
el exterior.
Los hombres y las mujeres de la cultura, del
arte, de la literatura, de las ciencias…tuvieron que sufrir cualquiera de
ellos.
Así decía en 1940 el escritor falangista Gonzalo
Torrente Ballester, que el 90% de la inteligencia hispana estaba en el
exilio(se refería al de fuera de nuestras fronteras).
Se cumplió pues el deseo del escritor mediocre
Ernesto Jiménez Caballero, que en el ABC sevillano, escribe el 6 de octubre de
1937, un artículo en el que” pide a la juventud que deje a los progresistas sin patria o en el mejor
de los casos en un exilio interior”
Estas mujeres y estos hombres: Sufrieron el
desarraigo, la nostalgia, la falta de su gente y su paisaje, la falta de
libertad para pisar su tierra. Y para sostenerse en este desvalimiento se
refugiaron a veces en sus recuerdos felices que se plasman en poemas que hablan
de sus mares, de su luz, del color de la arena de sus playas, de los árboles
que vieron desde niños…
Esta fue la España peregrina, que decía José Bergamín, desde
aquí mi admiración a todas y a todos, los que nombro y los que omito.
Desde
el dolor de su traserramiento, desde las ataduras de sus cárceles, desde sus
tumbas prematuras nos dieron una lección de honestidad y nos legaron un bagaje
cultural, que el dictador y sus secuaces mantenían prácticamente secuestrado.
CAMINO DEL PIRINEO
José Bergamín
A las víctimas
anónimas de la España peregrina.
A D. Antonio Machado, primer escritor muerto en la diáspora, cuyo último verso lo trajo a su infancia sevillana, soñando:
“Estos días azules y este sol de la infancia.”
“Y sin embargo ¿Tenemos
derecho a morir sin terminar la historia que
empezamos?
QUE LO OIGA
FRANCO
Tuya es la hacienda,
la casa,
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz de la tierra.
Tú
te quedas con todo
y me dejas desnudo
y errante por el mundo…
mas yo te dejo mudo… ¡Mudo!
¿Y como vas a recoger el trigo
y alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
A Juan José Domechina
que expresó su sufrimiento, que era el sufrimiento colectivo:
“venimos de la noche, de la sombra,
polvorienta, del odio rescoldado
A fuego lento…”
A Sara Berenguer, que
insiste en el mismo tema:
“Fuimos
tristes peregrinos
caminando
en los sembrados
de
tormentas y de espinos….
A Ángela Figuera, que
sufrió así:
“Buscando.
Huyendo.
Y no
encontraba sitio.
Y
seguía corriendo.”
A Juan Rejano, que
preparaba en México su regreso del ex
lio cuando falleció
inesperadamente el 4 de julio de 1976, so
ñando con su regreso:
“ España, España…
De
lejos me aniquilas y no escucho otra orilla
donde
dejar mis ojos, España, España, España…
A la poeta almeriense, de
esta generación del 27, María Pérez
Enciso, que muere joven
y sin poder regresar
“Si no he de verte
más lejana orilla
que me
lleven al mar cuando yo muera.
Él me
volverá a ti, del mar nacida,
en la lumbre
de líquidas estrellas.”
A Claudio Sánchez
Albornoz, por las hermosas palabras
que pronunció a su regreso tras
la muerte de Franco:
“Dije que vendría llorando y
llorando estoy. No Tengo más
que una palabra:Paz.”
Salieron
de estampida con lo puesto y algo más
huyendo
de la guerra, del horror, de la muerte...
Las
cunetas supieron de lo que no aguantaban
sus
exánimes brazos.
Dejaron
arrumbados jirones de sus vidas
camino
de un exilio sin punto de llegada.
Aquellos
que lograron traspasar la frontera,
derrotados
apátridas, no tenían derecho
ni
a mirar hacia atrás.
Pura
López, Del libro Alacena, poesía fundamental.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)