martes, 14 de abril de 2015

14 DE ABRIL

 

Hoy hace 84 años que España "oyó cantar los gallos de la aurora", como diría el gran poeta D. Antonio Machado.
 Fue la última vez, que el pueblo español tomó sus propias riendas con el innegable derecho, preñado de ilusiones, de dirigir su rumbo hacia un devenir lúcido , progresista y ecuánime.
 Al fin, tras muchos años de espera podría salir el país del atraso, pobreza, desigualdad e injusticia en que estaba inmerso.
  Habían triunfado el esfuerzo, la lucha, la sangre,  la ilusión y el desvelo de millones de españoles, que consiguieron traer la II República contra viento y marea.
 Los intelectuales, los obreros, todos y todas los trabajadores de una nación, que sólo vio la luz de la nueva Europa, como un breve destello, en el reinado de Carlos III,allá por el siglo XVIII, habían conseguido que la ciudadanía eligiera los mandatarios que realmente representaran sus derechos y pudieran conseguirlos con el esfuerzo de todos.
 Aquella masa hambrienta, analfabeta, donde comer era un logro diario, asistir a la escuela una utopía, tener una vivienda digna un imposible...en la mayoría de los casos.
 Aquel país en el que los ciudadanos eran súbditos del cacique, del capital y de la Iglesia, donde los niños trabajaban desde muy pronto por un mendrugo de pan, aquel país donde la mujer carecía de poder decisorio y había descendido a la categoría de objeto, aquel país donde la más elemental justicia dependía de la caridad y la beneficencia, aquel país cuyos habitantes no habían conocido las libertades, sí, aquel país oscuro que Galdós, Baroja o Valle Inclán habían retratado, perfectamente, en su literatura más negra y esperpéntica mientras hacían caja los sainetes gazmoños de los Álvarez Quintero.
 Aquel país dolorido, sin vida, triste, que llevaran a sus lienzos Solana o Zuloaga, al fin tenía la llave para salir del secuestro de la historia de reyes y reinas tontos, rijosos, supersticiosos e incultos de la oligarquía y esclavitud de aristócratas vagos y tronados, de señoritos pueblerinos o provincianos que ocupaban en cacerías y vicios su eterno tiempo libre, del tedio y la tiranía de damas y damiselas taimadas, ñoñas, apáticas y beatas.
 Y librarse del yugo de aquel ejército formado por soldados pobres, cadetes como "soldaditos de pavía" y generales de espadón,  y también librarse de las tinieblas que sembraban curas de misa y hoya, obispos, priores y abadesas de prebendas y chocolates en los salones de los pudientes.
 Sí, y así, como en el más hermoso de los cuentos comenzaron a trabajar, a legislar, a modernizar la España que le dolía a Unamuno, la que le helaba el corazón a los españolitos de Machado, la que dejaba desiertas las abarcas de Miguel Hernández cada cinco de enero...y en 4 años, 3 meses y cuatro días, a pesar del gobierno del bienio negro crearon más escuelas que nunca en España, llevaron el teatro y la cultura  a lugares recónditos, donde nunca había llegado, con Las Misiones Pedagógicas, hicieron colonias escolares para niños que no tendrían vacaciones, trajeron el sufragio universal, crearon guarderías, fundaron bibliotecas, mejoraron los derechos de los trabajadores, pusieron clases de adultos, reconocieron múltiples derechos de la mujer, implantaron el divorcio, hicieron que el estado fuera laico, fomentaron el acceso a la universidad y la cultura, fomentaron la investigación, crearon hospitales y dispensarios, la sanidad, reconocida como derecho, pasó a depender del estado, se impartían conocimientos de higiene, al fin nos relacionábamos con Europa...todo iba tan rápido, que hubo un reservorio de reaccionarios fascistas, que ayudado por los fascismos alemán e italiano, por la iglesia más lejana al Evangelio y por militares sedientos de poder y sangre, ¡Ay, nos robaron el sueño!
 
 Pura López
En el balcón de este ayuntamiento, en Alhama de Almería, mi abuelo, Nicolás López, saludó, como concejal a la II República, hace hoy 84 años. 

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